A continuación están los textos sugeridos, para ser usados en las actividades para cada uno de los días de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.
Para acceder al texto completo dar clic aquí: Material para el Octavario 2012.
Día primero
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Tema:
Transformados por Cristo Servidor
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Texto: El Hijo
del hombre ha venido para servir (cf. Mc 10,45)
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Ambientación:
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Hoy encontramos a Jesús en su camino hacia la
victoria a través del servicio. Lo vemos como aquel que "no ha venido
para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de
todos" (Mc10,45). En consecuencia, la Iglesia de Jesucristo es una
comunidad de servicio. El poner en acto nuestros diferentes dones sirviendo
juntos la humanidad hace visible nuestra unidad en Cristo.
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Lecturas
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Za 9,9-10
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Un rey
justo, victorioso y humilde
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Sal 131
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Mi
corazón no es arrogante
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Rm 12,3-8
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Tenemos
dones diferentes para servir
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Mc 10,42-45
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El Hijo
del hombre ha venido para servir
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Comentario
La venida del Mesías y su victoria se
logran en el servicio. Jesús quiere un espíritu de servicio que llene los
corazones de sus discípulos. Nos enseña que la verdadera grandeza consiste en
servir a Dios y al prójimo. Cristo nos da el coraje de descubrir que para
Él servir es reinar, como decía un cristiano de los primeros
siglos.
La profecía de Zacarías sobre un rey
victorioso y humilde se cumplió en Jesucristo. Él, el Rey de la paz, viene a
los suyos, a Jerusalén, la ciudad de la paz. No la conquista con engaño o
violencia, sino por la dulzura y la humildad.
El salmo 131 describe de manera breve
pero elocuente el estado de paz espiritual que nace de la humildad. La imagen
de la madre y el hijo significa la ternura y la confianza a la que es llamada
toda la comunidad de los creyentes.
El apóstol Pablo nos invita a
evaluarnos con modestia y humildad y a descubrir nuestras propias capacidades.
Si hay entre nosotros diversidad de dones, nosotros formamos un solo cuerpo en
Cristo. En nuestras divisiones, cada una de nuestras tradiciones ha sido
agraciada por el Señor con dones distintos, que estamos llamados a ponerlos al
servicio de los demás.
Así también el Hijo de hombre no ha
venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad
de todos (Mc 10,45). Haciéndose Él mismo
servidor, Cristo redimió nuestro rechazo de servir a Dios. Nos ha dado un
ejemplo para que sean restauradas todas las relaciones humanas. Si alguno
quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás: éstas son las nuevas
normas de grandeza y prioridad.
En la Carta a los Romanos, Pablo nos
recuerda que los diferentes dones concedidos están destinados al servicio:
profecía, ministerio, enseñanza, exhortación, caridad, gobierno y misericordia.
Sea cual sea nuestra diversidad, formamos un solo cuerpo en Cristo y somos
miembros unos de otros. El uso de nuestra diversidad de dones al servicio común
de la humanidad hace visible nuestra unidad en Cristo. La acción común de los
cristianos en favor de la humanidad, para luchar contra la pobreza y la ignorancia,
para defender a los oprimidos, favorecer la paz y defender la vida, para
desarrollar las ciencias, la cultura y el arte, son una expresión de este
ecumenismo práctico que la Iglesia y el mundo tanto necesitan. Imitar a Cristo
servidor proporciona un testimonio elocuente del Evangelio, que no sólo mueve
las mentes, sino también los corazones. Este servicio común es un signo de la
venida del Reino de Dios, el Reino de Cristo servidor.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, por el
camino del servicio tu Hijo nos conduce de la arrogancia de la desobediencia a
la humildad del corazón. Dígnate unirnos unos a otros por tu Espíritu Santo,
para que a través del servicio a nuestros hermanos y hermanas se pueda revelar
tu verdadero rostro. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cuáles son las ocasiones de
servicio más amenazadas por el orgullo y la arrogancia?
2. ¿Qué hacer para que todos los ministerios cristianos se perciban como un servicio?
3. En nuestra sociedad, ¿qué pueden hacer los cristianos de diferentes tradiciones, mejor juntos que separados, para revelar a Cristo servidor?
2. ¿Qué hacer para que todos los ministerios cristianos se perciban como un servicio?
3. En nuestra sociedad, ¿qué pueden hacer los cristianos de diferentes tradiciones, mejor juntos que separados, para revelar a Cristo servidor?
Transformados por Cristo Servidor
A: ¡Ten piedad de nosotros!
P: Cristo, hemos endurecido nuestros corazones cuando Tú nos amaestrabas a través de los servidores de tu palabra. ¡Ten piedad de nosotros!
A: ¡Ten piedad de nosotros!
P: Señor, Tú sabes que no te hemos servido en nuestros hermanos y hermanas. ¡Ten piedad de nosotros!
A: ¡Ten piedad de nosotros!
P: Que Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados, y nos lleve a la vida eterna.
A: Amén.
Día
segundo
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Tema:
Transformados por la espera paciente del Señor
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Texto: ¡Déjalo
así por ahora! Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto (Mt 3,15)
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Ambientación:
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En este día nos
concentramos en la espera paciente del Señor. Para lograr cualquier cambio se
requiere perseverancia y paciencia. Orar a Dios para alcanzar una
transformación es también un acto de fe y de confianza en sus promesas. Esta
espera del Señor es esencial para todos los que oran por la unidad visible de
la Iglesia en esta semana. Todas las actividades ecuménicas requieren tiempo,
atención mutua y acción conjunta. Todos estamos llamados a cooperar con la
obra del Espíritu que une a los cristianos.
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Lecturas
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1Sm 1,1-20
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La confianza de Ana y la espera paciente
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Sal 40
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La espera paciente del Señor
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Heb 11,32-34
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Por la fe conquistaron reinos, gobernaron con
justicia
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Mt 3,13-17
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¡Déjalo así por ahora! Es menester que cumplamos
lo que Dios ha dispuesto.
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Comentario
La victoria está frecuentemente
asociada al triunfo inmediato. Todos conocemos el gusto del éxito cuando,
después de una prueba difícil, llega el turno de las felicitaciones, del
reconocimiento y también de las recompensas. En este momento de alegría casi
nadie es consciente que, desde una perspectiva cristiana, la victoria es un
proceso de transformación a largo plazo. Este concepto de victoria
transformadora nos enseña que ella tiene lugar en el tiempo de Dios, no en el
nuestro, lo que nos invita a una confianza paciente y a una profunda esperanza
en Dios.
Ana da testimonio de esta paciencia en
la confianza y la esperanza. Después de muchos años de esperar quedarse
embarazada, ella pidió a Dios tener un hijo, con el riesgo de que las lágrimas
de sus oraciones fueran tomadas poco seriamente por el sacerdote que estaba en
la entrada del templo. Cuando Elías le aseguró que Dios atendería su oración,
simplemente creyó, esperó y dejó de estar triste. Ana concibió y dio al mundo
un hijo al que llamó Samuel. La gran victoria aquí no es de las naciones ni de
las armas, sino la de una lucha íntima y personal. Al final, la confianza y la
esperanza de Ana no sólo llevan a su transformación personal, sino también la
de su pueblo, para quien el Dios de Israel ha intervenido en su hijo Samuel.
El salmista se hace eco de la espera
paciente de Ana en medio de otro tipo de lucha. También él pidió verse libre de
una situación que es desconocida para nosotros, pero que es insinuada al hablar
de ‘fosa desolada, fango cenagoso’. Él da gracias a Dios que quita la vergüenza
y la confusión, y continúa confiando en su amor inquebrantable.
El autor de la Carta a los Hebreos
recuerda la paciencia de personas como Abraham (6,15) y otros que han salido
victoriosos por la fe y la confianza en Dios. Entender que Dios interviene y
maneja los hilos de la historia humana evita la tentación de querer triunfar a
modo humano.
En el Evangelio, la voz del cielo en el
bautismo de Jesús proclamando “éste es mi Hijo amado” parece garantizar el
éxito inmediato de su misión mesiánica. Sin embargo, resistiéndose al diablo,
Jesús no sucumbe a la tentación de entrar apresuradamente en el Reino de Dios
sin demora, sino revela pacientemente lo que la vida en el Reino significa a
través de su propia vida y su ministerio que conduce a su muerte en la cruz.
Aunque el Reino de Dios irrumpe de forma definitiva con la resurrección,
todavía no se ha realizado plenamente. La victoria definitiva no se producirá
hasta que el Señor vuelva. Por eso esperamos con paciente espera y confianza,
implorando "Ven, Señor Jesús".
Nuestro deseo de la unidad visible de
la Iglesia requiere espera paciente y confiada. Nuestra oración por la unidad
cristiana es como la oración de Ana y del salmista. El trabajo por la unidad de
los cristianos se parece a los hechos relatados en la Carta a los Hebreos. Si
esperamos pacientemente, no es por impotencia o pasividad, sino porque tenemos
profunda confianza en que la unidad de la Iglesia es don de Dios y no un logro
nuestro. Esta paciente espera, esta oración y esta confianza, nos transforma y
nos prepara para la unidad visible de la Iglesia, no como nosotros la pensamos,
sino como Dios la da.
Oración
Dios fiel, tu mantienes tu palabra en todo tiempo. Haz que, como Jesús,
tengamos paciencia y confianza en tu amor inquebrantable. Ilumínanos por tu Espíritu
Santo para que no obstaculicemos la plenitud de tu justicia por nuestros
juicios apresurados, sino que seamos capaces de descubrir tu sabiduría y tu
amor en todas las cosas. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén
Preguntas para la reflexión
1. ¿En qué situaciones en nuestra vida debemos tener una mayor confianza
en las promesas de Dios?
2. ¿Qué aspectos de la vida de la Iglesia están particularmente expuestos a la tentación de actuar precipitadamente?
3. ¿En qué situaciones debemos esperar los cristianos y cuándo debemos actuar juntos?
2. ¿Qué aspectos de la vida de la Iglesia están particularmente expuestos a la tentación de actuar precipitadamente?
3. ¿En qué situaciones debemos esperar los cristianos y cuándo debemos actuar juntos?
Transformados por la espera paciente del Señor
Danos el don de mirar la vida a la luz de tu sabiduría, te rogamos:
A: ¡Óyenos, Señor!
P: ¡Danos el don divino de la paciencia en situaciones en que falla la justicia humana, te rogamos:
A: ¡Óyenos, Señor!
P: Haznos capaces de orar y esperar en situaciones donde sólo tu gracia puede satisfacer nuestras necesidades, te rogamos:
A: ¡Óyenos, Señor!
P: Escúchanos, Dios nuestro, y concédenos poder discernir la plenitud de tu justicia, por Cristo, nuestro Señor.
A: Amén.
Día tercero
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Tema:
Transformados por el Siervo doliente
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Texto: Cristo
padeció por nosotros (cf.1Pe2,21)
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Ambientación:
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Este día nos invita a
reflexionar sobre el sufrimiento de Cristo. Siguiendo a Cristo, el Siervo
sufriente, los cristianos estamos llamados a la solidaridad con todos los que
sufren. Cuanto más nos acercamos a la cruz de Cristo, más nos acercamos unos
a otros.
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Lecturas
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Is 53,3-11
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Varón
de dolores, acostumbrado al sufrimiento
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Sal 22,12-24
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No te
separes de mí, que la angustia está cerca
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1Pe 2,21-25
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Cristo
padeció por nosotros
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Lc 24,25-27
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¿No
tenía que sufrir el Mesías todo esto?
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Comentario
La paradoja divina es que Dios puede
cambiar los desastres y las tragedias en victoria. Él transforma todos nuestros
sufrimientos y desgracias y el increíble sufrimiento de la historia en una
resurrección que abarca a todo el mundo. Aunque parezca derrotado, Él es, sin
embargo, la verdadera victoria que nadie y nada pueden superar.
La emocionante profecía de Isaías sobre
el Siervo doliente se cumplió totalmente en Cristo. Después de sufrir una
terrible agonía, el Varón de dolores ve su descendencia. Somos
nosotros mismos esta descendencia, nacida del sufrimiento del Salvador. De esta
manera nos hacemos una familia en Él.
Se puede decir que el Salmo 22 no habla
sólo de Jesús, sino también para Jesús. El Salvador mismo oró este salmo en la
cruz, cuando utilizó palabras fuertes de desolación: "Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Sin embargo, en la segunda
parte del Salmo, la lamentación, la súplica llena de dolor, se convierte en
alabanza a Dios por sus obras.
El apóstol Pedro es un testigo
de la pasión de Cristo (1Pe 5,1), que nos da un ejemplo: estamos
llamados a esta forma de sufrimiento por amor. Jesús no maldijo a Dios sino se
sometió a Él que juzga rectamente. Sus heridas nos han curado y nos han hecho
regresar al único pastor.
Sólo a la luz de la presencia del Señor
y de su palabra se revela el propósito divino de los sufrimientos del Mesías.
Igual que para los discípulos en el camino de Emaús, Jesús nos acompaña
constantemente en el pedregoso camino de la vida, volviendo nuestros corazones
ardientes y abriéndonos los ojos ante el plan misterioso de salvación.
Los cristianos experimentamos que el
sufrimiento resulta de la frágil condición de la humanidad; reconocemos este
sufrimiento en la injusticia social y en las situaciones de persecución. El
poder de la cruz nos lleva a la unidad. El sufrimiento de Cristo se nos muestra
como fuente de misericordia y de solidaridad con toda la familia humana. Como
afirma un teólogo contemporáneo: cuanto más nos acercamos a la cruz de Cristo,
más nos acercamos a los demás. El testimonio que damos juntos los cristianos en
situaciones de sufrimiento adquiere una gran credibilidad. Siendo solidarios
con todos los que sufren, aprendemos del Servidor sufriente y crucificado a
vaciarnos de nosotros mismos, a abandonarnos y ofrecernos en sacrificio. Estos
son los dones que esperamos recibir de su Espíritu en nuestro camino hacia la
unidad en Él.
Oración
Dios de todo consuelo, que has
transformado la vergüenza de la cruz en un signo de victoria, concédenos poder
estar unidos alrededor de la cruz de tu Hijo y adorarlo por la misericordia que
nos ofrece por su sufrimiento. Que el Espíritu Santo abra nuestros ojos y
nuestros corazones para que podamos ayudar a los que sufren a experimentar tu
cercanía. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo puede ayudarnos nuestra fe a
dar respuesta al sufrimiento de larga duración?
2. ¿Qué aspectos del sufrimiento humano son hoy ignorados o pasan desapercibidos?
3. ¿Cómo pueden los cristianos testimoniar juntos el poder de la cruz?
2. ¿Qué aspectos del sufrimiento humano son hoy ignorados o pasan desapercibidos?
3. ¿Cómo pueden los cristianos testimoniar juntos el poder de la cruz?
Transformados por el Siervo doliente
A: ¡Te adoramos, Señor!
P: Por tu Cruz, santuario de la verdad y tribunal de misericordia.
A: ¡Te adoramos, Señor!
P: Por tu Cruz, árbol de vida y trono de gracia.
A: ¡Te adoramos, Señor!
P: Por tu Cruz, signo de compasión y de esperanza.
A: ¡Te adoramos, Señor!
P: Señor, tú has muerto en la Cruz para reunir en la unidad a los hijos dispersos de Dios. Haz que la contemplación de tu Cruz transforme nuestra comprensión del sufrimiento, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
A: Amén.
Día cuarto
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Tema:
Transformados por la victoria del Señor sobre el mal
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Texto: Vence
al mal a fuerza de bien (Rm 12,21)
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Ambientación:
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Este día nos introduce
más profundamente en las luchas contra el mal. La victoria en Cristo es una
superación de todo lo que daña a la creación de Dios y nos mantiene separados
unos de otros. En Jesús estamos llamados a compartir esta nueva vida, luchando
con Él contra lo que está mal en nuestro mundo, con confianza renovada y con
una alegría profunda en lo que es bueno. Mientras estemos divididos no
podemos ser lo suficientemente fuertes para vencer el mal de nuestro tiempo.
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Lecturas
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Ex 23,1-9
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No te inclines
a hacer el mal, aunque la mayoría lo haga
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Sal 1
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Dichoso
el que se complace en la ley del Señor
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Rm 12,17-21
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Vence
al mal a fuerza de bien
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Mt 4,1-11
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Al
Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto
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Comentario
En Jesús aprendemos lo que realmente significa la palabra 'victoria'
para el hombre, es decir, la felicidad de unos con otros en el amor de Dios
gracias a su victoria sobre todo lo que nos separa. Se trata de participar en
la victoria de Cristo sobre las fuerzas destructivas que corrompen la humanidad
y toda la creación divina. En Jesús podemos compartir una nueva vida que nos
llama a luchar contra el mal de nuestro mundo con renovada confianza y
encontrar nuestra alegría en lo que es bueno.
Las palabras del Antiguo Testamento advierten categóricamente contra la
participación en el mal y la injusticia. La actitud de la mayoría no puede en
ningún caso servir de excusa. Ni el número de personas que lo hacen ni otras
situaciones de la vida justifican que se haga el mal.
El Salmo 1 llama la atención no sólo sobre la necesidad de observar los
mandamientos, sino especialmente sobre la alegría que ello produce. El que ama
la ley del Señor sobre todas las cosas es feliz y bendito. La Palabra de Dios
es guía segura en la adversidad y constituye el cumplimiento de la sabiduría
humana. El que medita la palabra de Dios día y noche puede
llevar una vida muy fructífera para el bien de los demás.
Las amonestaciones del Apóstol nos animan a vencer el mal con el
bien. Sólo el bien puede interrumpir la interminable espiral de odio y el
deseo humano de venganza. En la lucha por el bien, no todo depende de los seres
humanos. Sin embargo, el apóstol Pablo pide hacer todo lo posible para mantener
la paz con los demás. Él entiende nuestra lucha continua contra nuestros
instintos de perjudicar a quienes nos han hecho mal y nos exhorta a no dejarnos
arrastrar por estos sentimientos destructivos. Hacer el bien es una manera
eficaz de luchar contra el mal entre nosotros.
La lectura del Evangelio describe la lucha del Hijo de Dios contra
Satanás -la personificación del mal. La victoria de Jesús sobre las tentaciones
en el desierto se cumple en su obediencia al Padre que lo lleva a la cruz. La
resurrección del Salvador confirma que la bondad de Dios en última instancia
gana: el amor vence la muerte. ¡El Señor resucitado está cerca! Él nos acompaña
en nuestras luchas contra la tentación y el pecado en el mundo. Su presencia
invita a los cristianos a actuar juntos por la causa del bien.
El escándalo consiste en que a causa de nuestras divisiones no podemos
ser lo suficientemente fuertes para luchar contra los males de nuestro tiempo.
Unidos en Cristo, regocijándonos en su ley de amor, estamos llamados a
compartir su misión de llevar esperanza a los lugares de la injusticia, del
odio y de la desesperación.
Oración
Señor Jesucristo, te damos gracias por tu victoria sobre el mal y las
divisiones. Te alabamos por tu sacrificio y por tu resurrección que ha vencido
la muerte. Ayúdanos en nuestra lucha cotidiana contra el mal. Que el Espíritu
Santo nos dé fuerza y sabiduría para que podamos superar el mal con el bien y
la división con la reconciliación. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Dónde vemos el mal en nuestras propias vidas?
2. ¿En qué forma puede nuestra fe en Cristo ayudarnos a superar el mal y al Maligno?
3. ¿Qué podemos aprender de las situaciones en nuestra comunidad donde la división ha dado paso a la reconciliación?
2. ¿En qué forma puede nuestra fe en Cristo ayudarnos a superar el mal y al Maligno?
3. ¿Qué podemos aprender de las situaciones en nuestra comunidad donde la división ha dado paso a la reconciliación?
Transformados por la victoria del
Señor sobre el mal
P: La llegada del Reino de Dios es la derrota del Reino de Satanás. Jesús, cuando vence la tentación en el desierto y libera a la gente del poder de los malos espíritus, anticipa su gran victoria, la de la hora de su pasión. El príncipe de este mundo es echado fuera. En la última petición de la oración del Señor ―y líbranos del mal― oramos a Dios para que nos revele la victoria ya ganada en Cristo. En el mismo espíritu, suplicamos: ¡sálvanos, Señor!
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: De todo mal
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: De todo pecado
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: De las asechanzas de Satanás
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: Del odio y toda maldad
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: De la muerte eterna
A: ¡Sálvanos, Señor!
P: Sálvanos, Señor, de todo mal y apóyanos en tu misericordia, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
A: Amén.
Día quinto
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Tema: Transformados por la paz de Cristo
resucitado
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Texto: Se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:
"La paz esté con vosotros" (Jn 20,19)
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Ambientación:
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Hoy celebramos la paz
del Señor resucitado. El Resucitado es el gran vencedor sobre la muerte y el
mundo de las tinieblas. Él une a sus discípulos que estaban paralizados por
el miedo. Él nos abre nuevas perspectivas de vida y de acción a favor de su
Reino que viene. El Señor resucitado une y fortalece a todos los creyentes.
La paz y la unidad son los signos de nuestra transformación por su
resurrección.
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Lecturas
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Ml 4,5-6
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Cambiar
el corazón de los padres a favor de los hijos, y el corazón de los hijos a
favor de los padres
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Sal 133
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¡Qué
agradable es que los hermanos vivan juntos!
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Ef 2,14-20
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Él ha
reconciliado con Dios a ambos pueblos por medio de la cruz
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Jn 20,19-23
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Se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con
vosotros"
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Comentario
El último libro del Antiguo Testamento
transmite la promesa de que Dios enviará a su elegido para instaurar la armonía
y el respeto en todos los hogares. Normalmente tememos los conflictos o
agresiones inesperadas entre las naciones. Pero el profeta Malaquías llama la
atención sobre uno de los conflictos más difíciles y perdurables: el desamor en
las relaciones entre los padres y los hijos. La restauración de la unidad entre
padres e hijos no es posible sin la ayuda de Dios: es el enviado de Dios el que
realiza el milagro de transformar los corazones y las relaciones entre las
personas.
El Salmo muestra qué gran alegría puede
traer esa unidad entre las personas. El ser humano ni fue creado para estar
solo ni puede vivir con tranquilidad en un ambiente hostil. La felicidad
consiste en vivir en una comunidad humana con armonía, paz, confianza y
comprensión. Las buenas relaciones entre personas son como el rocío que se posa
en la tierra seca y el aceite fragante que promueve la salud y el placer. El
Salmo se refiere a la bondad de vivir juntos como una bendición y un don de
Dios, como el rocío. La vida común en la unidad no se limita a los miembros de
la familia, sino implica experimentar la cercanía entre todos los que aceptan
la paz de Dios.
La Epístola nos habla de lo que
anunciaba el profeta Malaquías. Jesús trae la unidad porque en su cuerpo ha
demolido el muro de separación entre las personas.
Generalmente, la victoria de uno implica la caída y la vergüenza del grupo de
los vencidos, que prefieren retirarse. Jesús no rechaza, no destruye y no
humilla a nadie; pone fin a toda alienación, transforma, sana y reúne a todos
los seres humanos para hacerlos miembros de la familia de Dios.
El Evangelio recuerda el don que el
Señor resucitado da a sus discípulos dubitativos y temerosos.La paz esté con
vosotros es el saludo de Cristo y también su don. También es una
invitación a buscar la paz con Dios y establecer relaciones nuevas y duraderas
dentro de la familia humana y de toda la creación. Jesús ha pisoteado la muerte
y ha vencido el pecado. Por el don del Espíritu Santo el Señor resucitado
invita a sus discípulos a entrar en su propia misión: llevar la paz, la
curación y el perdón a todo el mundo. Mientras los cristianos sigamos
divididos, el mundo no estará convencido de la plenitud de la verdad del
mensaje del Evangelio de una humanidad nueva traído por Cristo. La paz y la
unidad caracterizan esta transformación. Él hace que las Iglesias reciban estos
dones y los realicen como miembros de la única familia de Dios, edificada sobre
el sólido fundamento de Jesús que es la piedra angular.
Oración
Dios de amor y de misericordia,
enséñanos la alegría de compartir en tu paz. Llénanos de tu Espíritu Santo para
que podamos derribar los muros de hostilidad que nos separan. Que Cristo
resucitado, que es nuestra paz, nos ayude a superar toda división y nos una
como miembros de su familia. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo, que
contigo y con el Espíritu Santo recibe todo honor y toda gloria por los siglos
de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cuáles son las formas de violencia
de nuestra sociedad que podemos afrontar juntos como cristianos?
2. ¿Cómo experimentamos las hostilidades ocultas que afectan nuestras relaciones mutuas entre comunidades cristianas?
3. ¿Cómo podemos aprender a acogernos unos a otros como el mismo Cristo nos acoge?
2. ¿Cómo experimentamos las hostilidades ocultas que afectan nuestras relaciones mutuas entre comunidades cristianas?
3. ¿Cómo podemos aprender a acogernos unos a otros como el mismo Cristo nos acoge?
Transformados por la paz de Cristo
resucitado
P: Oremos al Señor resucitado por los cristianos y por todas las personas de la tierra: ¡Concédenos tu paz!
A: ¡Concédenos tu paz!
P: Concede tu bendición y tu paz a las naciones.
A: ¡Concédenos tu paz!
P: Apoya a los que trabajan por la unidad visible de tu Iglesia.
A: ¡Concédenos tu paz!
P: Vela sobre los que tú has llamado a pastorear tu rebaño.
A: ¡Concédenos tu paz!
P: Fortalece el amor entre los esposos.
A: ¡Concédenos tu paz!
P: Lleva la reconciliación a las familias, a los barrios y a las sociedades.
A: ¡Concédenos tu paz!
P: El Señor esté con nosotros y nos conceda la unidad y la paz. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
A: Amén.
Día sexto
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Tema: Transformados
por el amor inconmovible de Dios
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Texto: Nuestra
fe es la que vence al mundo (1Jn 5,4)
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Ambientación:
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En este día nuestra
atención se concentra en el amor fiel de Dios. El misterio pascual revela
este amor fiel y nos llama a una nueva forma de fe. Esta fe supera el temor y
abre nuestros corazones al poder del Espíritu. Esta fe nos invita a la
amistad con Cristo y, de este modo, de unos con otros.
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Lecturas
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Ha 3,17-19
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El
Señor es mi fuerza
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Sal 136,1-4.23-26
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Es
eterno su amor
|
1Jn 5,1-6
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Nuestra
fe es la que vence al mundo
|
Jn 15,9-17
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El amor
supremo consiste en dar la vida por los amigos
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Comentario
En el texto del Antiguo Testamento es
la fe en Dios la que permite mantener viva la esperanza a pesar de todos los
fracasos. La lamentación de Habacuc se transforma en alegría por la fidelidad
de Dios que da la fuerza frente a la desesperación.
El Salmo 136 confirma que la memoria de
los hechos maravillosos de Dios en la historia de Israel es una prueba de su
amor fiel. Gracias a la intervención de Dios, el pueblo de Israel experimentó
extraordinarias y sorprendentes victorias. Las grandes obras salvíficas de Dios
son una fuente de alegría, gratitud y esperanza, que los creyentes han
expresado a lo largo de los siglos en sus oraciones, himnos de alabanza y
música.
La Epístola nos recuerda que el
que ha nacido de Dios es el que vence al mundo. No se trata
necesariamente aquí de victorias mesurables según nuestros criterios humanos.
La victoria en Cristo implica un cambio de corazón, una percepción de la
realidad terrena desde la óptica de la eternidad y una fe en la victoria
definitiva sobre la muerte. Esta fuerza victoriosa es la fe de la que Dios es
al mismo tiempo la fuente y el dispensador. Y su manifestación más perfecta es
el amor.
En el texto del Evangelio Cristo da a
sus discípulos la seguridad del amor de Dios que encontrará su confirmación
definitiva en la muerte del Salvador en la cruz. Al mismo tiempo, les invita y
reta a mostrar amor unos por otros. La relación de Jesús con sus discípulos se
basa en el amor. No les trata simplemente como discípulos, sino que les llama
amigos. El servicio de Cristo consiste en conformar la vida al único
mandamiento del amor, que es el resultado de una convicción interior y de fe.
En un espíritu de amor, incluso cuando el progreso en el camino hacia la plena
unidad visible parece lento, no perdemos la esperanza. El amor fiel de Dios
permitirá superar los obstáculos y las divisiones más profundas. Por esta
razón, nuestra fe es la que vence al mundo, asociada al poder
transformador del amor de Dios.
Oración
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
por tu resurrección triunfaste sobre la muerte y te has convertido en el Señor
de la vida. Sin mérito nuestro, Tú nos has elegido para ser tus amigos. Haz que
el Espíritu Santo nos una a ti y unos con otros en la amistad, para que te
sirvamos fielmente en este mundo y seamos testigos de tu amor fiel. Tú que
vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, por siglos de los siglos.
Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo debemos expresar el amor
cristiano en contextos de diferentes religiones y filosofías?
2. ¿Qué debemos hacer para convertirnos en testigos más creíbles del amor inquebrantable de Dios en un mundo dividido?
3. ¿Cómo pueden los discípulos de Cristo apoyarse más visiblemente unos a otros en todo el mundo?
2. ¿Qué debemos hacer para convertirnos en testigos más creíbles del amor inquebrantable de Dios en un mundo dividido?
3. ¿Cómo pueden los discípulos de Cristo apoyarse más visiblemente unos a otros en todo el mundo?
Transformados por el amor inconmovible
de Dios
P: Al que sólo es
digno de fe, le llamamos: ¡Amén: Yo creo! A: ¡Amén: Yo creo!
P: En un sólo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En el Hijo de Dios, que se hizo hombre.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En su muerte, resurrección y ascensión.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En el don del Espíritu Santo.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En la venida de Cristo en la gloria.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En su gracia, más fuerte que el pecado.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En el amor, más poderoso que el odio y la muerte.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: En la resurrección del cuerpo y la vida eterna en el Reino.
A: ¡Amén: Yo creo!
P: Señor, mira la fe de tu Iglesia en su peregrinación terrena, y lleva a tus hijos a descubrir cara a cara el brillo de tu majestad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
A: Amén.
Día séptimo
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Tema: Transformados
por el Buen Pastor
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Texto: Apacienta
mis ovejas (Jn 21,19)
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Ambientación:
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Los textos bíblicos de
hoy nos muestran al Señor fortaleciendo a su rebaño. Somos llamados a seguir
al Buen Pastor, a reforzarnos mutuamente en el Señor, a apoyar y fortalecer a
los débiles y los perdidos. Hay un solo Pastor, y nosotros somos su pueblo.
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Lecturas
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1Sm 2,1-10
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Nadie
triunfa por sus fuerzas
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Sal 23
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Tu vara
y tu cayado me sosiegan
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Ef 6,10-20
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Utilizad
todas las armas que el Señor os proporciona
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Jn 21,15-19
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Apacienta
mis ovejas
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Comentario
Los que deben superar el sufrimiento
necesitan el apoyo de lo alto. Ese apoyo llega a través de la oración. En el
prime capítulo del libro de Samuel leemos de la fuerza de la oración de Ana. En
el segundo capítulo se encuentra su oración de acción de gracias. Ella entendió
que algunos hechos sólo suceden con la ayuda de Dios. Dios ha querido que Ana y
su marido se convirtieran en padres. Este texto es un ejemplo que fortalece la
fe en lo que podría parecer una situación desesperada. Es un ejemplo de victoria.
El buen pastor del Salmo 23 guía su
rebaño también a través de los lugares más oscuros, reconfortándolo con su
presencia. Quienes ponen su confianza en el Señor no tienen necesidad de temer
incluso en las tinieblas de la ruptura o de la desunión, porque su pastor les
llevará a los verdes pastos de la verdad para vivir juntos en la casa del
Señor.
En la carta a los Efesios, el apóstol
Pablo nos exhorta a ser fuertes en el Señor y en su fuerza todopoderosa poniendo
la armadura espiritual: verdad, justicia, proclamación de la buena noticia, fe,
salvación, palabra de Dios, oración y súplica.
El Señor resucitado exhorta a Pedro, y
en su persona a cada discípulo, a descubrir en sí mismo el amor por Aquel que
es el único Pastor verdadero. Si tienes tal amor, ¡apacienta mis
ovejas! En otras palabras, ¡aliméntalas, protégelas, cuida de ellas,
fortalécelas, porque son mías y me pertenecen! Sé mi buen servidor y vela sobre
aquellos que me han amado y siguen mi voz. Enséñales el amor mutuo, la
cooperación y la audacia en los recodos de la vida.
Por la gracia de Dios, el testimonio de
Cristo que ha sido confirmado en nosotros nos obliga a actuar juntos por la
unidad. Tenemos la capacidad y los conocimientos para dar tal testimonio, ¿pero
estamos dispuestos? El Buen Pastor, que por su vida, su enseñanza y su conducta
fortalece a todos los que han confiado en su gracia y su apoyo, nos impulsa a
cooperar incondicionalmente con Él. Así, fortificados, podremos ayudarnos unos
a otros en el camino de la unidad. Seamos fuertes en el Señor para poder
fortalecer a otros en un testimonio conjunto de amor.
Oración
Padre de todos: Tú nos has llamado a
ser un solo rebaño en tu Hijo, Jesucristo. Él es el Buen Pastor que nos invita
a descansar en verdes pastos, nos lleva a aguas tranquilas y restaura nuestras
almas. Haz que siguiéndole podamos ser signo para otros, para que todos vean en
nosotros el amor de un solo verdadero pastor, nuestro Señor Jesucristo, que
vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo nos invita el Buen Pastor a
animar, fortificar y restaurar la confianza de aquellos que están
perdidos?
2. ¿Cómo pueden los cristianos de diversas tradiciones esforzarse mutuamente para confesar y testimoniar a Jesucristo?
3. Para nosotros hoy, ¿qué puede significar la exhortación de san Pablo: "Armaos de fuerza en el Señor... revestíos con la armadura de Dios"?
2. ¿Cómo pueden los cristianos de diversas tradiciones esforzarse mutuamente para confesar y testimoniar a Jesucristo?
3. Para nosotros hoy, ¿qué puede significar la exhortación de san Pablo: "Armaos de fuerza en el Señor... revestíos con la armadura de Dios"?
Transformados por el Buen Pastor
P: El Señor no nos ha abandonado.
En las experiencias de la vida nos guía a todos con su bastón y su cayado. Es
nuestro Buen Pastor. Por eso decimos: ¡Te damos gracias, Señor! A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Por la vida y todos los dones con los que nos has fortalecido
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Por el don de la Palabra
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Por la perseverancia en la fe
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Por los testigos creíbles de tu Evangelio
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Por todas las cosas que no podemos contar o entender
A: ¡Te damos gracias, Señor!
P: Gracias, Señor, por todos los dones que nos has dado, para que no dejemos el camino ni desfallezcamos en el combate espiritual. Tú que vives y reinas por los siglos de siglos.
A: Amén.
Día octavo
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Tema:
Reunidos en el Reino de Cristo
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Texto: Al
vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí (Ap3,21)
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Ambientación:
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En este último día de
la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos celebramos el Reino de
Cristo. La victoria de Cristo nos permite mirar hacia el futuro con
esperanza. Esta victoria supera todo lo que nos impide compartir la plenitud
de la vida con Él y con los demás. Los cristianos sabemos que la unidad entre
nosotros es sobre todo un don de Dios. Es un participar en la victoria
gloriosa de Cristo sobre todo lo que divide.
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Lecturas
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1Cr 29,10-13
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En tu
mano están la fuerza y la grandeza
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Sal 21,1-7
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Ciñes a
su cabeza una corona de oro fino
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Ap
3,19b-22
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Al
vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí
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Jn 12,23-26
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El que
me sirva será honrado por mi Padre
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Comentario
Jesucristo es el primogénito de entre
los muertos. Se humilló a sí mismo y fue exaltado. Cristo no acaparó, sino
compartió su reino y su exaltación con toda la humanidad.
El himno de David, nacido de la alegría
del rey y de su pueblo ante la construcción del templo, expresa la verdad de
que todo llega por la gracia. Incluso un monarca terrenal puede ser una imagen
del Reino de Dios, que tiene el poder de elevar todo y dar fuerza a
todos.
El Salmo real de acción de gracias
continúa esta idea. La tradición cristiana también le da un sentido mesiánico:
Cristo es el verdadero Rey, lleno de vida y bendición, presencia perfecta de
Dios en medio de su pueblo. En cierto sentido esta imagen puede referirse
también al pueblo. ¿No son los seres humanos la corona de la creación? ¿No quiere
Dios hacernos "coherederos con su Hijo y miembros de su familia
real"?
Las cartas en el Libro del Apocalipsis
a las siete Iglesias locales constituyen un mensaje dirigido a la Iglesia de
todos los tiempos y lugares. Aquellos que acogen a Cristo en sus hogares serán
invitados a compartir con Él el banquete de la vida eterna. La promesa de
sentarse sobre los tronos, anunciada previamente a los Doce, ahora se extiende
a todos los que han obtenido la victoria.
Allí donde estoy yo estará también mi
servidor. Podemos vincular el ‘Yo estoy’ de
Jesús al inefable nombre de Dios. El servidor de Jesús, a quien el Padre honra,
estará donde el Señor está, sentado a la derecha del Padre para reinar.
Los cristianos somos conscientes que la
unidad entre nosotros, aunque requiere esfuerzos humanos, es sobre todo un don
de Dios. Consiste en compartir la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte
y el mal que es causa de división. Nuestra participación en la victoria de
Cristo alcanza su plenitud en los cielos. Nuestro testimonio común del
Evangelio debe mostrar al mundo un Dios que no nos limita ni nos domina.
Debemos anunciar de manera creíble, a la gente de nuestro tiempo y de nuestra
época, que la victoria de Cristo supera todo lo que nos impide compartir la
plenitud de la vida con Él y entre nosotros.
Oración
Dios todopoderoso que gobiernas todas
las cosas, enséñanos a contemplar el misterio de tu gloria. Haz que aceptemos
tus dones con humildad y respetemos la dignidad de cada persona. Que tu
Espíritu Santo nos fortalezca ante los combates espirituales que nos esperan,
para que unidos en Cristo podamos reinar con Él en la gloria. Te lo pedimos por
Él, que se humilló y ha sido exaltado, y que vive contigo y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.
Preguntas para la reflexión
1. ¿De qué manera la falsa humildad y
el deseo de la gloria terrenal se manifiestan en nuestras vidas?
2. ¿Cómo expresamos juntos nuestra fe en el Reino de Cristo?
3. ¿Cómo vivimos abiertamente nuestra esperanza en la venida del Reino de Dios?
2. ¿Cómo expresamos juntos nuestra fe en el Reino de Cristo?
3. ¿Cómo vivimos abiertamente nuestra esperanza en la venida del Reino de Dios?
Reunidos en el Reino de Cristo
P: De una antigua homilía: El trono de los querubines está
preparado, los servidores están atentos, el lecho nupcial dispuesto, los
alimentos prestos; se han embellecido los eternos tabernáculos y moradas, han
sido abiertos los tesoros de todos los bienes, y el reino de los cielos está
preparado desde toda la eternidad. Deseando
fervientemente permanecer con Cristo, adorémosle diciendo: ¡Reina eternamente! A: ¡Reina eternamente!
P: Señor del tiempo y de la eternidad
A: ¡Reina eternamente!
P: Primogénito de entre los muertos
A: ¡Reina eternamente!
P: Tú que tienes las llaves de la muerte y del infierno
A: ¡Reina eternamente!
P: Tú, Señor de los señores y Rey de los reyes.
A: ¡Reina eternamente!
P: Tú que viniste, que vienes y que vendrás.
A: ¡Reina eternamente!
Para acceder al texto completo dar clic aquí: Material para el Octavario 2012.