Oremos por la Unidad

A continuación están los textos sugeridos, para ser usados en las actividades para cada uno de los días de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. 

Para acceder al texto completo dar clic aquí: Material para el Octavario 2012.  




Día primero
Tema: Transformados por Cristo Servidor
Texto: El Hijo del hombre ha venido para servir (cf. Mc 10,45)

Ambientación:

Hoy encontramos a Jesús en su camino hacia la victoria a través del servicio. Lo vemos como aquel que "no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos" (Mc10,45). En consecuencia, la Iglesia de Jesucristo es una comunidad de servicio. El poner en acto nuestros diferentes dones sirviendo juntos la humanidad hace visible nuestra unidad en Cristo.


Lecturas
Za 9,9-10
Un rey justo, victorioso y humilde
Sal 131
Mi corazón no es arrogante
Rm 12,3-8
Tenemos dones diferentes para servir
Mc 10,42-45
El Hijo del hombre ha venido para servir

Comentario
La venida del Mesías y su victoria se logran en el servicio. Jesús quiere un espíritu de servicio que llene los corazones de sus discípulos. Nos enseña que la verdadera grandeza consiste en servir a Dios y al prójimo. Cristo nos da el coraje de descubrir que para Él servir es reinar, como decía un cristiano de los primeros siglos.
La profecía de Zacarías sobre un rey victorioso y humilde se cumplió en Jesucristo. Él, el Rey de la paz, viene a los suyos, a Jerusalén, la ciudad de la paz. No la conquista con engaño o violencia, sino por la dulzura y la humildad.
El salmo 131 describe de manera breve pero elocuente el estado de paz espiritual que nace de la humildad. La imagen de la madre y el hijo significa la ternura y la confianza a la que es llamada toda la comunidad de los creyentes.
El apóstol Pablo nos invita a evaluarnos con modestia y humildad y a descubrir nuestras propias capacidades. Si hay entre nosotros diversidad de dones, nosotros formamos un solo cuerpo en Cristo. En nuestras divisiones, cada una de nuestras tradiciones ha sido agraciada por el Señor con dones distintos, que estamos llamados a ponerlos al servicio de los demás.
Así también el Hijo de hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos (Mc 10,45). Haciéndose Él mismo servidor, Cristo redimió nuestro rechazo de servir a Dios. Nos ha dado un ejemplo para que sean restauradas todas las relaciones humanas. Si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás: éstas son las nuevas normas de grandeza y prioridad.
En la Carta a los Romanos, Pablo nos recuerda que los diferentes dones concedidos están destinados al servicio: profecía, ministerio, enseñanza, exhortación, caridad, gobierno y misericordia. Sea cual sea nuestra diversidad, formamos un solo cuerpo en Cristo y somos miembros unos de otros. El uso de nuestra diversidad de dones al servicio común de la humanidad hace visible nuestra unidad en Cristo. La acción común de los cristianos en favor de la humanidad, para luchar contra la pobreza y la ignorancia, para defender a los oprimidos, favorecer la paz y defender la vida, para desarrollar las ciencias, la cultura y el arte, son una expresión de este ecumenismo práctico que la Iglesia y el mundo tanto necesitan. Imitar a Cristo servidor proporciona un testimonio elocuente del Evangelio, que no sólo mueve las mentes, sino también los corazones. Este servicio común es un signo de la venida del Reino de Dios, el Reino de Cristo servidor.

Oración
Dios todopoderoso y eterno, por el camino del servicio tu Hijo nos conduce de la arrogancia de la desobediencia a la humildad del corazón. Dígnate unirnos unos a otros por tu Espíritu Santo, para que a través del servicio a nuestros hermanos y hermanas se pueda revelar tu verdadero rostro. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Preguntas para la reflexión
1. ¿Cuáles son las ocasiones de servicio más amenazadas por el orgullo y la arrogancia?
2. ¿Qué hacer para que todos los ministerios cristianos se perciban como un servicio?
3. En nuestra sociedad, ¿qué pueden hacer los cristianos de diferentes tradiciones, mejor juntos que separados, para revelar a Cristo servidor?

Transformados por Cristo Servidor

P: Señor, la desobediencia de Adán y Eva nos ha causado sufrimientos y muerte, y la familia humana ha sido herida y desgarrada. ¡Ten piedad de nosotros! 
A: ¡Ten piedad de nosotros!

P: Cristo, hemos endurecido nuestros corazones cuando Tú nos amaestrabas a través de los servidores de tu palabra. ¡Ten piedad de nosotros! 
A: ¡Ten piedad de nosotros!

P: Señor, Tú sabes que no te hemos servido en nuestros hermanos y hermanas. ¡Ten piedad de nosotros! 
A: ¡Ten piedad de nosotros!

P: Que Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados, y nos lleve a la vida eterna. 
A: Amén.




Día segundo
Tema: Transformados por la espera paciente del Señor
Texto: ¡Déjalo así por ahora! Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto (Mt 3,15)

Ambientación:

En este día nos concentramos en la espera paciente del Señor. Para lograr cualquier cambio se requiere perseverancia y paciencia. Orar a Dios para alcanzar una transformación es también un acto de fe y de confianza en sus promesas. Esta espera del Señor es esencial para todos los que oran por la unidad visible de la Iglesia en esta semana. Todas las actividades ecuménicas requieren tiempo, atención mutua y acción conjunta. Todos estamos llamados a cooperar con la obra del Espíritu que une a los cristianos.


Lecturas
1Sm 1,1-20
La confianza de Ana y la espera paciente
Sal 40
La espera paciente del Señor
Heb 11,32-34
Por la fe conquistaron reinos, gobernaron con justicia
Mt 3,13-17
¡Déjalo así por ahora! Es menester que cumplamos lo que Dios ha dispuesto.

Comentario
La victoria está frecuentemente asociada al triunfo inmediato. Todos conocemos el gusto del éxito cuando, después de una prueba difícil, llega el turno de las felicitaciones, del reconocimiento y también de las recompensas. En este momento de alegría casi nadie es consciente que, desde una perspectiva cristiana, la victoria es un proceso de transformación a largo plazo. Este concepto de victoria transformadora nos enseña que ella tiene lugar en el tiempo de Dios, no en el nuestro, lo que nos invita a una confianza paciente y a una profunda esperanza en Dios.
Ana da testimonio de esta paciencia en la confianza y la esperanza. Después de muchos años de esperar quedarse embarazada, ella pidió a Dios tener un hijo, con el riesgo de que las lágrimas de sus oraciones fueran tomadas poco seriamente por el sacerdote que estaba en la entrada del templo. Cuando Elías le aseguró que Dios atendería su oración, simplemente creyó, esperó y dejó de estar triste. Ana concibió y dio al mundo un hijo al que llamó Samuel. La gran victoria aquí no es de las naciones ni de las armas, sino la de una lucha íntima y personal. Al final, la confianza y la esperanza de Ana no sólo llevan a su transformación personal, sino también la de su pueblo, para quien el Dios de Israel ha intervenido en su hijo Samuel.
El salmista se hace eco de la espera paciente de Ana en medio de otro tipo de lucha. También él pidió verse libre de una situación que es desconocida para nosotros, pero que es insinuada al hablar de ‘fosa desolada, fango cenagoso’. Él da gracias a Dios que quita la vergüenza y la confusión, y continúa confiando en su amor inquebrantable.
El autor de la Carta a los Hebreos recuerda la paciencia de personas como Abraham (6,15) y otros que han salido victoriosos por la fe y la confianza en Dios. Entender que Dios interviene y maneja los hilos de la historia humana evita la tentación de querer triunfar a modo humano.
En el Evangelio, la voz del cielo en el bautismo de Jesús proclamando “éste es mi Hijo amado” parece garantizar el éxito inmediato de su misión mesiánica. Sin embargo, resistiéndose al diablo, Jesús no sucumbe a la tentación de entrar apresuradamente en el Reino de Dios sin demora, sino revela pacientemente lo que la vida en el Reino significa a través de su propia vida y su ministerio que conduce a su muerte en la cruz. Aunque el Reino de Dios irrumpe de forma definitiva con la resurrección, todavía no se ha realizado plenamente. La victoria definitiva no se producirá hasta que el Señor vuelva. Por eso esperamos con paciente espera y confianza, implorando "Ven, Señor Jesús".
Nuestro deseo de la unidad visible de la Iglesia requiere espera paciente y confiada. Nuestra oración por la unidad cristiana es como la oración de Ana y del salmista. El trabajo por la unidad de los cristianos se parece a los hechos relatados en la Carta a los Hebreos. Si esperamos pacientemente, no es por impotencia o pasividad, sino porque tenemos profunda confianza en que la unidad de la Iglesia es don de Dios y no un logro nuestro. Esta paciente espera, esta oración y esta confianza, nos transforma y nos prepara para la unidad visible de la Iglesia, no como nosotros la pensamos, sino como Dios la da.

Oración
Dios fiel, tu mantienes tu palabra en todo tiempo. Haz que, como Jesús, tengamos paciencia y confianza en tu amor inquebrantable. Ilumínanos por tu Espíritu Santo para que no obstaculicemos la plenitud de tu justicia por nuestros juicios apresurados, sino que seamos capaces de descubrir tu sabiduría y tu amor en todas las cosas. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

Preguntas para la reflexión
1. ¿En qué situaciones en nuestra vida debemos tener una mayor confianza en las promesas de Dios?
2. ¿Qué aspectos de la vida de la Iglesia están particularmente expuestos a la tentación de actuar precipitadamente?
3. ¿En qué situaciones debemos esperar los cristianos y cuándo debemos actuar juntos?

Transformados por la espera paciente del Señor

P: Roguemos al Señor. 
Danos el don de mirar la vida a la luz de tu sabiduría, te rogamos: 
A: ¡Óyenos, Señor!

P: ¡Danos el don divino de la paciencia en situaciones en que falla la justicia humana, te rogamos: 
A: ¡Óyenos, Señor!

P: Haznos capaces de orar y esperar en situaciones donde sólo tu gracia puede satisfacer nuestras necesidades, te rogamos: 
A: ¡Óyenos, Señor!

P: Escúchanos, Dios nuestro, y concédenos poder discernir la plenitud de tu justicia, por Cristo, nuestro Señor. 
A: Amén.





Día tercero
Tema: Transformados por el Siervo doliente
Texto: Cristo padeció por nosotros (cf.1Pe2,21)


Ambientación:

Este día nos invita a reflexionar sobre el sufrimiento de Cristo. Siguiendo a Cristo, el Siervo sufriente, los cristianos estamos llamados a la solidaridad con todos los que sufren. Cuanto más nos acercamos a la cruz de Cristo, más nos acercamos unos a otros.

Lecturas
Is 53,3-11
Varón de dolores, acostumbrado al sufrimiento
Sal 22,12-24
No te separes de mí, que la angustia está cerca
1Pe 2,21-25
Cristo padeció por nosotros
Lc 24,25-27
¿No tenía que sufrir el Mesías todo esto?

Comentario
La paradoja divina es que Dios puede cambiar los desastres y las tragedias en victoria. Él transforma todos nuestros sufrimientos y desgracias y el increíble sufrimiento de la historia en una resurrección que abarca a todo el mundo. Aunque parezca derrotado, Él es, sin embargo, la verdadera victoria que nadie y nada pueden superar.
La emocionante profecía de Isaías sobre el Siervo doliente se cumplió totalmente en Cristo. Después de sufrir una terrible agonía, el Varón de dolores ve su descendencia. Somos nosotros mismos esta descendencia, nacida del sufrimiento del Salvador. De esta manera nos hacemos una familia en Él.
Se puede decir que el Salmo 22 no habla sólo de Jesús, sino también para Jesús. El Salvador mismo oró este salmo en la cruz, cuando utilizó palabras fuertes de desolación: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" Sin embargo, en la segunda parte del Salmo, la lamentación, la súplica llena de dolor, se convierte en alabanza a Dios por sus obras.
El apóstol Pedro es un testigo de la pasión de Cristo (1Pe 5,1), que nos da un ejemplo: estamos llamados a esta forma de sufrimiento por amor. Jesús no maldijo a Dios sino se sometió a Él que juzga rectamente. Sus heridas nos han curado y nos han hecho regresar al único pastor.
Sólo a la luz de la presencia del Señor y de su palabra se revela el propósito divino de los sufrimientos del Mesías. Igual que para los discípulos en el camino de Emaús, Jesús nos acompaña constantemente en el pedregoso camino de la vida, volviendo nuestros corazones ardientes y abriéndonos los ojos ante el plan misterioso de salvación.
Los cristianos experimentamos que el sufrimiento resulta de la frágil condición de la humanidad; reconocemos este sufrimiento en la injusticia social y en las situaciones de persecución. El poder de la cruz nos lleva a la unidad. El sufrimiento de Cristo se nos muestra como fuente de misericordia y de solidaridad con toda la familia humana. Como afirma un teólogo contemporáneo: cuanto más nos acercamos a la cruz de Cristo, más nos acercamos a los demás. El testimonio que damos juntos los cristianos en situaciones de sufrimiento adquiere una gran credibilidad. Siendo solidarios con todos los que sufren, aprendemos del Servidor sufriente y crucificado a vaciarnos de nosotros mismos, a abandonarnos y ofrecernos en sacrificio. Estos son los dones que esperamos recibir de su Espíritu en nuestro camino hacia la unidad en Él.
Oración
Dios de todo consuelo, que has transformado la vergüenza de la cruz en un signo de victoria, concédenos poder estar unidos alrededor de la cruz de tu Hijo y adorarlo por la misericordia que nos ofrece por su sufrimiento. Que el Espíritu Santo abra nuestros ojos y nuestros corazones para que podamos ayudar a los que sufren a experimentar tu cercanía. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo puede ayudarnos nuestra fe a dar respuesta al sufrimiento de larga duración?
2. ¿Qué aspectos del sufrimiento humano son hoy ignorados o pasan desapercibidos?
3. ¿Cómo pueden los cristianos testimoniar juntos el poder de la cruz?

Transformados por el Siervo doliente

P: La Cruz es el signo de la victoria. Por ello, te decimos: ¡Te adoramos, Señor! 
A: ¡Te adoramos, Señor!

P: Por tu Cruz, santuario de la verdad y tribunal de misericordia. 
A: ¡Te adoramos, Señor!

P: Por tu Cruz, árbol de vida y trono de gracia. 
A: ¡Te adoramos, Señor!

P: Por tu Cruz, signo de compasión y de esperanza. 
A: ¡Te adoramos, Señor!

P: Señor, tú has muerto en la Cruz para reunir en la unidad a los hijos dispersos de Dios. Haz que la contemplación de tu Cruz transforme nuestra comprensión del sufrimiento, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. 
A: Amén.





Día cuarto
Tema: Transformados por la victoria del Señor sobre el mal
Texto: Vence al mal a fuerza de bien (Rm 12,21)


Ambientación:

Este día nos introduce más profundamente en las luchas contra el mal. La victoria en Cristo es una superación de todo lo que daña a la creación de Dios y nos mantiene separados unos de otros. En Jesús estamos llamados a compartir esta nueva vida, luchando con Él contra lo que está mal en nuestro mundo, con confianza renovada y con una alegría profunda en lo que es bueno. Mientras estemos divididos no podemos ser lo suficientemente fuertes para vencer el mal de nuestro tiempo.

Lecturas
Ex 23,1-9
No te inclines a hacer el mal, aunque la mayoría lo haga
Sal 1
Dichoso el que se complace en la ley del Señor
Rm 12,17-21
Vence al mal a fuerza de bien
Mt 4,1-11
Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto

Comentario
En Jesús aprendemos lo que realmente significa la palabra 'victoria' para el hombre, es decir, la felicidad de unos con otros en el amor de Dios gracias a su victoria sobre todo lo que nos separa. Se trata de participar en la victoria de Cristo sobre las fuerzas destructivas que corrompen la humanidad y toda la creación divina. En Jesús podemos compartir una nueva vida que nos llama a luchar contra el mal de nuestro mundo con renovada confianza y encontrar nuestra alegría en lo que es bueno.
Las palabras del Antiguo Testamento advierten categóricamente contra la participación en el mal y la injusticia. La actitud de la mayoría no puede en ningún caso servir de excusa. Ni el número de personas que lo hacen ni otras situaciones de la vida justifican que se haga el mal.
El Salmo 1 llama la atención no sólo sobre la necesidad de observar los mandamientos, sino especialmente sobre la alegría que ello produce. El que ama la ley del Señor sobre todas las cosas es feliz y bendito. La Palabra de Dios es guía segura en la adversidad y constituye el cumplimiento de la sabiduría humana. El que medita la palabra de Dios día y noche puede llevar una vida muy fructífera para el bien de los demás.
Las amonestaciones del Apóstol nos animan a vencer el mal con el bien. Sólo el bien puede interrumpir la interminable espiral de odio y el deseo humano de venganza. En la lucha por el bien, no todo depende de los seres humanos. Sin embargo, el apóstol Pablo pide hacer todo lo posible para mantener la paz con los demás. Él entiende nuestra lucha continua contra nuestros instintos de perjudicar a quienes nos han hecho mal y nos exhorta a no dejarnos arrastrar por estos sentimientos destructivos. Hacer el bien es una manera eficaz de luchar contra el mal entre nosotros.
La lectura del Evangelio describe la lucha del Hijo de Dios contra Satanás -la personificación del mal. La victoria de Jesús sobre las tentaciones en el desierto se cumple en su obediencia al Padre que lo lleva a la cruz. La resurrección del Salvador confirma que la bondad de Dios en última instancia gana: el amor vence la muerte. ¡El Señor resucitado está cerca! Él nos acompaña en nuestras luchas contra la tentación y el pecado en el mundo. Su presencia invita a los cristianos a actuar juntos por la causa del bien.
El escándalo consiste en que a causa de nuestras divisiones no podemos ser lo suficientemente fuertes para luchar contra los males de nuestro tiempo. Unidos en Cristo, regocijándonos en su ley de amor, estamos llamados a compartir su misión de llevar esperanza a los lugares de la injusticia, del odio y de la desesperación.

Oración
Señor Jesucristo, te damos gracias por tu victoria sobre el mal y las divisiones. Te alabamos por tu sacrificio y por tu resurrección que ha vencido la muerte. Ayúdanos en nuestra lucha cotidiana contra el mal. Que el Espíritu Santo nos dé fuerza y sabiduría para que podamos superar el mal con el bien y la división con la reconciliación. Amén.

Preguntas para la reflexión
1. ¿Dónde vemos el mal en nuestras propias vidas?
2. ¿En qué forma puede nuestra fe en Cristo ayudarnos a superar el mal y al Maligno?
3. ¿Qué podemos aprender de las situaciones en nuestra comunidad donde la división ha dado paso a la reconciliación?

 Transformados por la victoria del Señor sobre el mal


P: La llegada del Reino de Dios es la derrota del Reino de Satanás. Jesús, cuando vence la tentación en el desierto y libera a la gente del poder de los malos espíritus, anticipa su gran victoria, la de la hora de su pasión. El príncipe de este mundo es echado fuera. En la última petición de la oración del Señor ―y líbranos del mal― oramos a Dios para que nos revele la victoria ya ganada en Cristo. En el mismo espíritu, suplicamos: ¡sálvanos, Señor! 
A: ¡Sálvanos, Señor!

P: De todo mal 
A: ¡Sálvanos, Señor!

P: De todo pecado 
A: ¡Sálvanos, Señor!

P: De las asechanzas de Satanás 
A: ¡Sálvanos, Señor!

P: Del odio y toda maldad 
A: ¡Sálvanos, Señor!

P: De la muerte eterna 
A: ¡Sálvanos, Señor!

P: Sálvanos, Señor, de todo mal y apóyanos en tu misericordia, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. 
A: Amén.


Día quinto
Tema: Transformados por la paz de Cristo resucitado
Texto: Se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con vosotros" (Jn 20,19)

Ambientación:

Hoy celebramos la paz del Señor resucitado. El Resucitado es el gran vencedor sobre la muerte y el mundo de las tinieblas. Él une a sus discípulos que estaban paralizados por el miedo. Él nos abre nuevas perspectivas de vida y de acción a favor de su Reino que viene. El Señor resucitado une y fortalece a todos los creyentes. La paz y la unidad son los signos de nuestra transformación por su resurrección.

Lecturas
Ml 4,5-6
Cambiar el corazón de los padres a favor de los hijos, y el corazón de los hijos a favor de los padres
Sal 133
¡Qué agradable es que los hermanos vivan juntos!
Ef 2,14-20
Él ha reconciliado con Dios a ambos pueblos por medio de la cruz
Jn 20,19-23
Se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con vosotros"

Comentario
El último libro del Antiguo Testamento transmite la promesa de que Dios enviará a su elegido para instaurar la armonía y el respeto en todos los hogares. Normalmente tememos los conflictos o agresiones inesperadas entre las naciones. Pero el profeta Malaquías llama la atención sobre uno de los conflictos más difíciles y perdurables: el desamor en las relaciones entre los padres y los hijos. La restauración de la unidad entre padres e hijos no es posible sin la ayuda de Dios: es el enviado de Dios el que realiza el milagro de transformar los corazones y las relaciones entre las personas.
El Salmo muestra qué gran alegría puede traer esa unidad entre las personas. El ser humano ni fue creado para estar solo ni puede vivir con tranquilidad en un ambiente hostil. La felicidad consiste en vivir en una comunidad humana con armonía, paz, confianza y comprensión. Las buenas relaciones entre personas son como el rocío que se posa en la tierra seca y el aceite fragante que promueve la salud y el placer. El Salmo se refiere a la bondad de vivir juntos como una bendición y un don de Dios, como el rocío. La vida común en la unidad no se limita a los miembros de la familia, sino implica experimentar la cercanía entre todos los que aceptan la paz de Dios.
La Epístola nos habla de lo que anunciaba el profeta Malaquías. Jesús trae la unidad porque en su cuerpo ha demolido el muro de separación entre las personas. Generalmente, la victoria de uno implica la caída y la vergüenza del grupo de los vencidos, que prefieren retirarse. Jesús no rechaza, no destruye y no humilla a nadie; pone fin a toda alienación, transforma, sana y reúne a todos los seres humanos para hacerlos miembros de la familia de Dios.
El Evangelio recuerda el don que el Señor resucitado da a sus discípulos dubitativos y temerosos.La paz esté con vosotros es el saludo de Cristo y también su don. También es una invitación a buscar la paz con Dios y establecer relaciones nuevas y duraderas dentro de la familia humana y de toda la creación. Jesús ha pisoteado la muerte y ha vencido el pecado. Por el don del Espíritu Santo el Señor resucitado invita a sus discípulos a entrar en su propia misión: llevar la paz, la curación y el perdón a todo el mundo. Mientras los cristianos sigamos divididos, el mundo no estará convencido de la plenitud de la verdad del mensaje del Evangelio de una humanidad nueva traído por Cristo. La paz y la unidad caracterizan esta transformación. Él hace que las Iglesias reciban estos dones y los realicen como miembros de la única familia de Dios, edificada sobre el sólido fundamento de Jesús que es la piedra angular.

Oración
Dios de amor y de misericordia, enséñanos la alegría de compartir en tu paz. Llénanos de tu Espíritu Santo para que podamos derribar los muros de hostilidad que nos separan. Que Cristo resucitado, que es nuestra paz, nos ayude a superar toda división y nos una como miembros de su familia. Te lo pedimos en el nombre de Jesucristo, que contigo y con el Espíritu Santo recibe todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Preguntas para la reflexión
1. ¿Cuáles son las formas de violencia de nuestra sociedad que podemos afrontar juntos como cristianos?
2. ¿Cómo experimentamos las hostilidades ocultas que afectan nuestras relaciones mutuas entre comunidades cristianas?
3. ¿Cómo podemos aprender a acogernos unos a otros como el mismo Cristo nos acoge?

Transformados por la paz de Cristo resucitado


P: Oremos al Señor resucitado por los cristianos y por todas las personas de la tierra: ¡Concédenos tu paz! 
A: ¡Concédenos tu paz!

P: Concede tu bendición y tu paz a las naciones. 
A: ¡Concédenos tu paz!

P: Apoya a los que trabajan por la unidad visible de tu Iglesia. 
A: ¡Concédenos tu paz!

P: Vela sobre los que tú has llamado a pastorear tu rebaño. 
A: ¡Concédenos tu paz!

P: Fortalece el amor entre los esposos. 
A: ¡Concédenos tu paz!

P: Lleva la reconciliación a las familias, a los barrios y a las sociedades. 
A: ¡Concédenos tu paz!

P: El Señor esté con nosotros y nos conceda la unidad y la paz. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. 
A: Amén.


Día sexto
Tema: Transformados por el amor inconmovible de Dios
Texto: Nuestra fe es la que vence al mundo (1Jn 5,4)


Ambientación:

En este día nuestra atención se concentra en el amor fiel de Dios. El misterio pascual revela este amor fiel y nos llama a una nueva forma de fe. Esta fe supera el temor y abre nuestros corazones al poder del Espíritu. Esta fe nos invita a la amistad con Cristo y, de este modo, de unos con otros.

Lecturas
Ha 3,17-19
El Señor es mi fuerza
Sal 136,1-4.23-26
Es eterno su amor
1Jn 5,1-6
Nuestra fe es la que vence al mundo
Jn 15,9-17
El amor supremo consiste en dar la vida por los amigos

Comentario
En el texto del Antiguo Testamento es la fe en Dios la que permite mantener viva la esperanza a pesar de todos los fracasos. La lamentación de Habacuc se transforma en alegría por la fidelidad de Dios que da la fuerza frente a la desesperación.
El Salmo 136 confirma que la memoria de los hechos maravillosos de Dios en la historia de Israel es una prueba de su amor fiel. Gracias a la intervención de Dios, el pueblo de Israel experimentó extraordinarias y sorprendentes victorias. Las grandes obras salvíficas de Dios son una fuente de alegría, gratitud y esperanza, que los creyentes han expresado a lo largo de los siglos en sus oraciones, himnos de alabanza y música.
La Epístola nos recuerda que el que ha nacido de Dios es el que vence al mundo. No se trata necesariamente aquí de victorias mesurables según nuestros criterios humanos. La victoria en Cristo implica un cambio de corazón, una percepción de la realidad terrena desde la óptica de la eternidad y una fe en la victoria definitiva sobre la muerte. Esta fuerza victoriosa es la fe de la que Dios es al mismo tiempo la fuente y el dispensador. Y su manifestación más perfecta es el amor.
En el texto del Evangelio Cristo da a sus discípulos la seguridad del amor de Dios que encontrará su confirmación definitiva en la muerte del Salvador en la cruz. Al mismo tiempo, les invita y reta a mostrar amor unos por otros. La relación de Jesús con sus discípulos se basa en el amor. No les trata simplemente como discípulos, sino que les llama amigos. El servicio de Cristo consiste en conformar la vida al único mandamiento del amor, que es el resultado de una convicción interior y de fe. En un espíritu de amor, incluso cuando el progreso en el camino hacia la plena unidad visible parece lento, no perdemos la esperanza. El amor fiel de Dios permitirá superar los obstáculos y las divisiones más profundas. Por esta razón, nuestra fe es la que vence al mundo, asociada al poder transformador del amor de Dios.

Oración
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, por tu resurrección triunfaste sobre la muerte y te has convertido en el Señor de la vida. Sin mérito nuestro, Tú nos has elegido para ser tus amigos. Haz que el Espíritu Santo nos una a ti y unos con otros en la amistad, para que te sirvamos fielmente en este mundo y seamos testigos de tu amor fiel. Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, por siglos de los siglos. Amén.

Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo debemos expresar el amor cristiano en contextos de diferentes religiones y filosofías?
2. ¿Qué debemos hacer para convertirnos en testigos más creíbles del amor inquebrantable de Dios en un mundo dividido?
3. ¿Cómo pueden los discípulos de Cristo apoyarse más visiblemente unos a otros en todo el mundo?

Transformados por el amor inconmovible de Dios
P: Al que sólo es digno de fe, le llamamos: ¡Amén: Yo creo! 
A: ¡Amén: Yo creo!

P: En un sólo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. 
A: ¡Amén: Yo creo!

P: En el Hijo de Dios, que se hizo hombre. 
A
: ¡Amén: Yo creo!

P: En su muerte, resurrección y ascensión. 
A: ¡Amén: Yo creo!

P: En el don del Espíritu Santo. 
A: ¡Amén: Yo creo!

P: En la venida de Cristo en la gloria. 
A: ¡Amén: Yo creo!

P: En su gracia, más fuerte que el pecado. 
A: ¡Amén: Yo creo!

P: En el amor, más poderoso que el odio y la muerte. 
A: ¡Amén: Yo creo!

P: En la resurrección del cuerpo y la vida eterna en el Reino. 
A: ¡Amén: Yo creo!

P: Señor, mira la fe de tu Iglesia en su peregrinación terrena, y lleva a tus hijos a descubrir cara a cara el brillo de tu majestad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. 
A: Amén.


Día séptimo
Tema: Transformados por el Buen Pastor
Texto: Apacienta mis ovejas (Jn 21,19)


Ambientación:

Los textos bíblicos de hoy nos muestran al Señor fortaleciendo a su rebaño. Somos llamados a seguir al Buen Pastor, a reforzarnos mutuamente en el Señor, a apoyar y fortalecer a los débiles y los perdidos. Hay un solo Pastor, y nosotros somos su pueblo.

Lecturas
1Sm 2,1-10
Nadie triunfa por sus fuerzas
Sal 23
Tu vara y tu cayado me sosiegan
Ef 6,10-20
Utilizad todas las armas que el Señor os proporciona
Jn 21,15-19
Apacienta mis ovejas

Comentario
Los que deben superar el sufrimiento necesitan el apoyo de lo alto. Ese apoyo llega a través de la oración. En el prime capítulo del libro de Samuel leemos de la fuerza de la oración de Ana. En el segundo capítulo se encuentra su oración de acción de gracias. Ella entendió que algunos hechos sólo suceden con la ayuda de Dios. Dios ha querido que Ana y su marido se convirtieran en padres. Este texto es un ejemplo que fortalece la fe en lo que podría parecer una situación desesperada. Es un ejemplo de victoria.
El buen pastor del Salmo 23 guía su rebaño también a través de los lugares más oscuros, reconfortándolo con su presencia. Quienes ponen su confianza en el Señor no tienen necesidad de temer incluso en las tinieblas de la ruptura o de la desunión, porque su pastor les llevará a los verdes pastos de la verdad para vivir juntos en la casa del Señor.
En la carta a los Efesios, el apóstol Pablo nos exhorta a ser fuertes en el Señor y en su fuerza todopoderosa poniendo la armadura espiritual: verdad, justicia, proclamación de la buena noticia, fe, salvación, palabra de Dios, oración y súplica.
El Señor resucitado exhorta a Pedro, y en su persona a cada discípulo, a descubrir en sí mismo el amor por Aquel que es el único Pastor verdadero. Si tienes tal amor, ¡apacienta mis ovejas! En otras palabras, ¡aliméntalas, protégelas, cuida de ellas, fortalécelas, porque son mías y me pertenecen! Sé mi buen servidor y vela sobre aquellos que me han amado y siguen mi voz. Enséñales el amor mutuo, la cooperación y la audacia en los recodos de la vida.
Por la gracia de Dios, el testimonio de Cristo que ha sido confirmado en nosotros nos obliga a actuar juntos por la unidad. Tenemos la capacidad y los conocimientos para dar tal testimonio, ¿pero estamos dispuestos? El Buen Pastor, que por su vida, su enseñanza y su conducta fortalece a todos los que han confiado en su gracia y su apoyo, nos impulsa a cooperar incondicionalmente con Él. Así, fortificados, podremos ayudarnos unos a otros en el camino de la unidad. Seamos fuertes en el Señor para poder fortalecer a otros en un testimonio conjunto de amor.

Oración
Padre de todos: Tú nos has llamado a ser un solo rebaño en tu Hijo, Jesucristo. Él es el Buen Pastor que nos invita a descansar en verdes pastos, nos lleva a aguas tranquilas y restaura nuestras almas. Haz que siguiéndole podamos ser signo para otros, para que todos vean en nosotros el amor de un solo verdadero pastor, nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Preguntas para la reflexión
1. ¿Cómo nos invita el Buen Pastor a animar, fortificar y restaurar la confianza de aquellos que están perdidos?
2. ¿Cómo pueden los cristianos de diversas tradiciones esforzarse mutuamente para confesar y testimoniar a Jesucristo?
3. Para nosotros hoy, ¿qué puede significar la exhortación de san Pablo: "Armaos de fuerza en el Señor... revestíos con la armadura de Dios"?

Transformados por el Buen Pastor
P: El Señor no nos ha abandonado. En las experiencias de la vida nos guía a todos con su bastón y su cayado. Es nuestro Buen Pastor. Por eso decimos: ¡Te damos gracias, Señor! 
A: ¡Te damos gracias, Señor!

P: Por la vida y todos los dones con los que nos has fortalecido 
A: ¡Te damos gracias, Señor!

P: Por el don de la Palabra 
A: ¡Te damos gracias, Señor!

P: Por la perseverancia en la fe 
A: ¡Te damos gracias, Señor!

P: Por los testigos creíbles de tu Evangelio 
A: ¡Te damos gracias, Señor!

P: Por todas las cosas que no podemos contar o entender 
A: ¡Te damos gracias, Señor!

P: Gracias, Señor, por todos los dones que nos has dado, para que no dejemos el camino ni desfallezcamos en el combate espiritual. Tú que vives y reinas por los siglos de siglos. 
A: Amén.



Día octavo
Tema: Reunidos en el Reino de Cristo
Texto: Al vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí (Ap3,21)


Ambientación:

En este último día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos celebramos el Reino de Cristo. La victoria de Cristo nos permite mirar hacia el futuro con esperanza. Esta victoria supera todo lo que nos impide compartir la plenitud de la vida con Él y con los demás. Los cristianos sabemos que la unidad entre nosotros es sobre todo un don de Dios. Es un participar en la victoria gloriosa de Cristo sobre todo lo que divide.

Lecturas
1Cr 29,10-13
En tu mano están la fuerza y la grandeza
Sal 21,1-7
Ciñes a su cabeza una corona de oro fino
Ap 3,19b-22
Al vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí
Jn 12,23-26
El que me sirva será honrado por mi Padre

Comentario
Jesucristo es el primogénito de entre los muertos. Se humilló a sí mismo y fue exaltado. Cristo no acaparó, sino compartió su reino y su exaltación con toda la humanidad.
El himno de David, nacido de la alegría del rey y de su pueblo ante la construcción del templo, expresa la verdad de que todo llega por la gracia. Incluso un monarca terrenal puede ser una imagen del Reino de Dios, que tiene el poder de elevar todo y dar fuerza a todos.
El Salmo real de acción de gracias continúa esta idea. La tradición cristiana también le da un sentido mesiánico: Cristo es el verdadero Rey, lleno de vida y bendición, presencia perfecta de Dios en medio de su pueblo. En cierto sentido esta imagen puede referirse también al pueblo. ¿No son los seres humanos la corona de la creación? ¿No quiere Dios hacernos "coherederos con su Hijo y miembros de su familia real"?
Las cartas en el Libro del Apocalipsis a las siete Iglesias locales constituyen un mensaje dirigido a la Iglesia de todos los tiempos y lugares. Aquellos que acogen a Cristo en sus hogares serán invitados a compartir con Él el banquete de la vida eterna. La promesa de sentarse sobre los tronos, anunciada previamente a los Doce, ahora se extiende a todos los que han obtenido la victoria.
Allí donde estoy yo estará también mi servidor. Podemos vincular el ‘Yo estoy’ de Jesús al inefable nombre de Dios. El servidor de Jesús, a quien el Padre honra, estará donde el Señor está, sentado a la derecha del Padre para reinar.
Los cristianos somos conscientes que la unidad entre nosotros, aunque requiere esfuerzos humanos, es sobre todo un don de Dios. Consiste en compartir la victoria de Cristo sobre el pecado, la muerte y el mal que es causa de división. Nuestra participación en la victoria de Cristo alcanza su plenitud en los cielos. Nuestro testimonio común del Evangelio debe mostrar al mundo un Dios que no nos limita ni nos domina. Debemos anunciar de manera creíble, a la gente de nuestro tiempo y de nuestra época, que la victoria de Cristo supera todo lo que nos impide compartir la plenitud de la vida con Él y entre nosotros.

Oración
Dios todopoderoso que gobiernas todas las cosas, enséñanos a contemplar el misterio de tu gloria. Haz que aceptemos tus dones con humildad y respetemos la dignidad de cada persona. Que tu Espíritu Santo nos fortalezca ante los combates espirituales que nos esperan, para que unidos en Cristo podamos reinar con Él en la gloria. Te lo pedimos por Él, que se humilló y ha sido exaltado, y que vive contigo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Preguntas para la reflexión
1. ¿De qué manera la falsa humildad y el deseo de la gloria terrenal se manifiestan en nuestras vidas?
2. ¿Cómo expresamos juntos nuestra fe en el Reino de Cristo?
3. ¿Cómo vivimos abiertamente nuestra esperanza en la venida del Reino de Dios?

Reunidos en el Reino de Cristo
P: De una antigua homilía: El trono de los querubines está preparado, los servidores están atentos, el lecho nupcial dispuesto, los alimentos prestos; se han embellecido los eternos tabernáculos y moradas, han sido abiertos los tesoros de todos los bienes, y el reino de los cielos está preparado desde toda la eternidad. Deseando fervientemente permanecer con Cristo, adorémosle diciendo: ¡Reina eternamente! 
A: ¡Reina eternamente!

P: Señor del tiempo y de la eternidad 
A: ¡Reina eternamente!

P: Primogénito de entre los muertos 
A: ¡Reina eternamente!

P: Tú que tienes las llaves de la muerte y del infierno 
A: ¡Reina eternamente!

P: Tú, Señor de los señores y Rey de los reyes. 
A: ¡Reina eternamente!

P: Tú que viniste, que vienes y que vendrás. 
A: ¡Reina eternamente!



 Para acceder al texto completo dar clic aquí: Material para el Octavario 2012.